viernes, 3 de julio de 2009

Altruismo


Guardado en: Artículos 2009, Artículos en La Opinión — 6 Junio 2009 @ 6:00

150300719_af97943b75.jpg El filósofo Javier Sádaba acaba de publicar un interesante libro que se titula “La vida buena. Cómo conquistar nuestra felicidad”. En uno de los capítulos habla de los enemigos de la felicidad, entre los que cita el aburrimiento, la abusiva presencia de “el otro” y el egoísmo. Dice, entre otras muchas cosas, este vasco afincado desde hace años en Madrid: ”Más allá de la capacidad social y de la simpatía, hay un argumento poderoso para no ser egoísta, en sentido estrecho, y sí altruista. Se trata de los sentimientos morales. Siendo altruistas y dando vacaciones al egoísmo, nos sentiríamos mejor, seríamos más felices”.

Traigo a colación esta cita porque hace unos días llegué desde Valencia a Madrid para enlazar con otro vuelo que me llevase a Málaga. Tenía por delante tres horas y media de espera para realizar la conexión. Pensé que, si me acompañaba la suerte, quizás podía viajar en un vuelo anterior que se hubiese retrasado y ahorrarme esa larga espera. Al llegar al aeropuerto vi en la pantalla que, en efecto, el vuelo de Málaga tenía una hora de retraso y podía viajar si me admitían en él. Acudí apresuradamente al mostrador de atención al cliente y expliqué mi situación a la azafata que, con cara de pocos amigos, me escuchó sin pestañear:

- Eso no se puede hacer. El vuelo está cerrado.
- ¿Cómo que no se puede hacer, si a mí mismo me lo han hecho otras veces?
- Sólo se puede hacer cuando se ha pagado tarifa de primera clase y usted tiene una tarifa reducida.
- Luego técnicamente se puede admitir a un pasajero aunque el vuelo esté cerrado.
- Le digo que no se puede.
- ¿Y si lo solicito en la entrada del avión?
- Vaya si quiere, pero ya le digo que es inútil.

Fui corriendo al mostrador en el que un joven comprobaba la identidad de los pasajeros y las tarjetas de embarque. Le expliqué mi situación y le pedí, por favor, que me admitiese en ese vuelo que no era el mío pero que me permitía llegar al, destino tres horas antes. Me dijo que no había ningún problema.

- Espere al final y le diré el asiento que tiene.
Le di las gracias. En el vuelo de regreso a Málaga saqué unas hojas y redacté estas líneas que ahora estás leyendo. Me preguntaba por esa actitud básica de las personas que, de forma antagónica, hace que unas estén en disposición de ayudar al prójimo y otras en la de complicarle la vida.

- Si puedo, te ayudaré, dicen unos.

- Si puedo, te fastidiaré, dicen los otros.

- Me preguntaba qué le había llevado a la azafatxa a negarme un favor que no costaba dinero, ni esfuerzo, ni tiempo alguno. Un favor que no causaba ningún perjuicio a terceros y por el que ella no corría ningún tipo de riesgo alguno.

No le llevó a mantener esa postura el cumplimiento celoso de la norma ya que técnica y legalmente se podía hacer lo que le pedía. Lo cual significa que desconoce lo que se puede y no se puede hacer. O, lo que es peor, me engañó al decirme que no era posible embarcar en ese vuelo.

Estoy hablando de la actitud. Podía haber consultado, podía haberme enviado a sus jefes, podía haber llamado a quien atendía el embarque… Pero no hizo nada de eso. Podía haberme dicho con una sonrisa que lo sentía y podía haberme animado para que lo intentase en la puerta de embarque. La impresión que tuve es que le importó un comino la demanda y que incluso se alegró de no poder atenderla.

Y es a esto a lo que voy. A la pregunta de por qué unas personas fraguan una actitud hostil y otras una de actitud empática hacia el prójimo. Puede ser que se deba a cómo las personas han sido tratadas por la vida, por la familia, por los amigos y por las personas en general. Pero no del todo. Porque conozco a personas a quienes ha mimado la vida y que no soportan a sus semejantes. Otras sin embargo, han sido castigadas por su historia y están siempre dispuestas a la ayuda.

De lo que estoy seguro es de que las personas que tienen una actitud altruista hacia los demás son más felices. Hablo de actitud básica porque sé que las personas no se dividen de una forma tan radical en personas que benefician al prójimo siempre y personas que lo perjudican siempre que pueden. Unos y otros, excepcionalmente, cruzan el signo de sus actuaciones. Pero sustancialmente creo que se puede reconocer a personas de un tipo y del otro. He visto esta postura bipolar en tantas ocasiones que me lleva a pensar que cada uno va forjando en la vida esta actitud básica hacia sus semejantes.

En algunos casos, la postura de rechazo se reviste de rigor en el cumplimiento de la norma. Creen, al actuar así, que son más justos y más rectos. Sin entender que no se han hecho las personas para las normas sino las normas para las personas. Otras veces se argumenta que hacer una excepción crea un precedente.. Pienso que si el precedente es bueno, ¿por qué no repetirlo cuantas veces sea necesario? El problema sería que el precedente fuera malo. Si el precedente excepcional tuviera que ver con nepotismo, el favoritismo, el amiguismo o, sencillamente, con la arbitrariedad y el capricho.

La actitud básica a la que hago referencia se muestra no sólo en el ámbito profesional. También aflora en el comportamiento personal privado. Me permitirá el lector que ponga otro ejemplo que recientemente me ocurrió en un avión. Iba a Madrid hace unos días para participar en el homenaje que se le brindaba a un amigo en la Universidad Autónoma. Necesitaba hacer unas anotaciones en el texto de mi intervención. Saqué mis notas. Vi que, por casualidad, la persona que viajaba al otro lado del pasillo tenía un bolígrafo bic en la mano (hago alusión a la marca para que sepa el lector que la negativa al préstamo no se debió al temor de la perdida de un objeto valioso). No estaba escribiendo en ese momento. Le pedí a esa persona que me lo prestase un momento. Me dijo que no. Supuse entonces que lo iba a utilizar de inmediato. Pero comprobé que no escribió ni una sola letra durante todo el vuelo.

Dice Javier Sádaba que el egoísmo es antiestético, que rebosa fealdad. Me pregunto por lo que sería el mundo si todos adoptásemos un actitud altruista. Estoy seguro de que sería otro mundo, Un mundo mejor en el que todos seríamos más felices.

extraido del blog de Santos Guerra

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